LA TRADUCCIÓN: CÓMO SE LEE A LACAN
Y CÓMO SE LEE EN PSICOANÁLISIS [1]
Invitación
Entre otras razones, acepté la
invitación porque sí tengo algo para decir respecto del asunto de la traducción
en psicoanálisis, es desde el lugar de invitada que podría articularlo. Como
invitada entonces, traje para compartir con ustedes una experiencia y una idea.
Hace ya una considerable cantidad
de años, le contaba a quien era mi analista, cómo se había presentado para mí
la lectura de Lacan en francés. Entenderán que si lo contaba en tales
circunstancias, era porque que lo suponía un problema. No se trataba de una
posición respecto de las versiones oficiales sino de algo, que, sin proponérmelo,
había resultado como una especie de método a la hora de leer. Me era necesario,
antes de abordar el texto en su contenido, hacer un recorrido por su forma.
Entonces, luego de buscar las palabras y expresiones desconocidas —no siempre
con éxito— me dedicaba a componer antes que, a comprender, a tratar de
inteligir la estructura de las frases antes que a captar aquello que decían. De
alguna manera, leyendo en francés, me era más soportable, incluso era un hecho
casi natural, no comprender en las primeras lecturas. Así, me había
acostumbrado a leer las versiones francesas disponibles de los Seminarios, y
también a entender, cuando lo conseguía, de a poco. Tal vez por eso, había sido
más bien escaso mi contacto con las versiones que de esos textos, había hecho mi
analista.
En el curso de esas sesiones fui
invitada por Ricardo Rodríguez Ponte, mi analista de entonces, a realizar
algunas traducciones. Traducciones que más que “en colaboración”, bien pueden
llamarse “en transferencia”.
La tesis
La idea que anuncié en los primeros
renglones, es ahora la tesis que pongo a consideración de ustedes. Y por ese
movimiento, devino tesis: tal vez encuentre en la discusión, en el intercambio
de hoy, las objeciones que le permitan avanzar.
Para comenzar a desarrollarla voy a
valerme del cuento La carta robada de
Edgar Allan Poe. Para los lectores de Lacan no es un cuento más: es el que brinda
su nombre al trabajo que encabeza sus Escritos.
Esa serie de artículos se ordena en forma cronológica, pero el lugar del Seminario sobre la Carta robada[2],
no sigue ese ordenamiento, lo rompe. Tal vez este lugar, tenga algo que ver con
que Lacan llamara a sus Escritos: “cartas abiertas”.
El cuento comienza así: “En un desapacible anochecer del otoño de 18…
me hallaba en París, gozando de la doble fruición de la meditación taciturna y
del nebuloso tabaco, en compañía la de mi amigo C. Auguste Dupin, en su
biblioteca (…)”[3]
Comienza
así, decía recién, y ahora agrego, comienza así en la versión de Borges. Como
ya saben seguramente, hay también una versión de Cortázar, en ella leemos: “Me
hallaba en París en el otoño de 18… Una noche, después de una tarde ventosa,
gozaba del doble placer de la meditación y de una pipa de espuma de mar, en
compañía de mi amigo C. Auguste Dupin, en su pequeña biblioteca o gabinete de
estudios (…)”[4]
Las diferencias entre una
traducción y la otra, no son más que sutilezas que vuelven reconocible la pluma
del traductor detrás de ellas. Borges, Cortázar; cada uno sostiene con el
idioma propio y con el idioma inglés, con el texto y su autor, con la
literatura y con el público al que dirigen una relación diferente, de modo que la
idea de que parten del mismo original, vacila, aunque por supuesto, el cuento
que traducen, es el mismo.
Ese
cuento tiene también una versión francesa, la versión de Baudelaire. La
relación de Baudelaire y Poe, está documentada en la correspondencia del
escritor francés. Leemos en la carta que le dirige al crítico de arte Théophile
Thoré: “¿Sabe por qué he traducido pacientemente a Poe? Porque era igual a mí.
La primera vez que abrí su libro he visto con espanto y arrebato, no sólo los
argumentos soñados por mí, sino las frases pensadas por mí y escritas por él
veinte años antes.” [5]
Aún
capturado por el espejismo de la identidad entre sus pensamientos y los de Poe,
Baudelaire deja una pequeña hendija por la que podemos formular una pregunta: Poe
escribía en inglés, pero ¿en qué idioma pensaba Baudelaire? Cuentan sus
biógrafos que fue su madre, hija de emigrantes franceses a Londres, quien le
enseñó el inglés. Sin embargo, el dato resulta escaso para suponerlo pensando
en inglés y no en francés.
Esta
diferencia tampoco fue captada por los críticos literarios que señalaban a
Baudeleaire como un imitador de Poe, al punto de acusarlo de extraer de él su
poesía.
¿Es
posible pensar “lo mismo” en inglés, francés, alemán o español? Creo que la
pregunta ciñe bastante bien un problema relativo a la traducción, y también al
psicoanálisis.
En
el curso del Seminario Sobre la carta
robada, Lacan objeta la traducción de Baudelaire. Para ser más precisa,
objeta la traducción de “pulroneid” como “voleé”. Traduciendo
así, dice Lacan, Baudelaire traiciona a Poe. Lacan propone en su lugar “en
souffrence”. Me veo en el aprieto de tener que proponerles algún término para
pasar esa expresión a nuestra lengua (¡aquí rodeada de traductores!) Bien, “en
souffrence” admitiría pasar como “pendiente”, “en suspenso”, tal vez
“atrasada”, pero notemos que cualquiera sea la elección, perdemos el
sufrimiento que asoma en francés. Si optáramos por la literalidad de “en
sufrimiento” se perdería bastante de lo que está en juego, y de paso, volvemos
a Lacan un poquito extravagante para el lector en nuestra lengua. Dicho de otro
modo, se perdería algo del “doble placer” del que venía hablando Poe en su
cuento. Recordemos que se trata de una carta que si bien, finalmente llega a
destino, hace en el cuento un recorrido generoso a la hora de procurar momentos
de tensión en la historia. Se trata de una carta que vale más por la forma de
sus desplazamientos, que por su contenido, que además, en ningún momento es
revelado.
“En
souffrance” proviene de la lectura que Lacan hace del cuento, lo extrae del
texto, aunque no está escrito en él. “En souffrance” proviene de los
desplazamientos de la carta, de su pasaje de mano en mano, pero esta expresión no
está escrita en las palabras del cuento. No está escrita y sin embargo, Lacan
la lee.
En
el curso del Seminario sobre La ética del
psiconálisis, Lacan traductor se mantiene mucho más cerca de las palabras
del texto que lee, en esta ocasión, es el Proyecto
de una psicología para neurólogos de Freud. En las sesiones que dedica a das Ding, nos pone al corriente, respecto
de la dificultad del pasaje de “sache” y “ding” del alemán al
francés. Ambos, se traducirían como “chose”. En español ocurre otro tanto,
pasarían, ambos, como “cosa”. Deslinda, sin embargo, muy claramente ambos
términos, “sache” se articula a la representación; en cambio, das
Ding permanece irreductible, extranjera, tanto que pasa al texto francés en
alemán. Hoy, en nuestro medio, hablamos de representaciones-cosa, y de das
Ding. Una vez más la propuesta, en este caso, la no traducción de das Ding,
se despeja de la lectura de Lacan. Ahora, Lacan no traduce pero lee, o mejor
dicho; porque lee, no traduce.
Lacan
vuelve sobre La carta robada en el curso del Seminario De un discurso que no sería (del) semblante.
Esta vez me detengo no en el cuento, sino en el título del Seminario. En la
versión de Ricardo Rodríguez Ponte es el que acabo de leer, mientras que en la
de Paidós, el título del seminario es: De
un discurso que no fuera del semblante.
Como
en el cuento de Poe, las diferencias entre uno y otro, son sutiles. Aunque me
resulta más difícil explicarlas como marcas de la pluma del traductor porque
entiendo que en esas sutilezas se juega algo más que un asunto de estilo,
aunque el asunto del estilo no esté ausente. Las sutilezas, la del uso del
paréntesis y la de los tiempos del verbo, se apoyan en dos lecturas diferentes,
en dos modos diferentes de tratar los problemas que ofrece el texto en
cuestión.
Ricardo
Rodríguez Ponte, escribe “(del)”. En el prefacio de su “Versión crítica” se encontraría, según nos informa una nota al
pie de la primera sesión, la justificación del uso de esos paréntesis. Pero ese
prefacio no está disponible. En las fuentes francesas que consulté, no aparecen
los paréntesis. Tampoco en una foto (que entiendo, que espero no esté
intervenida) en la que se lo ve a Lacan delante del pizarrón, luego de haber
escrito allí el título del Seminario.
¿De
dónde salen entonces esos paréntesis? Creo que se apoyan justamente en lo que
Lacan desarrolla en el Seminario. O mejor, se apoyan en la lectura que Ricardo hace
del Seminario. A través de los paréntesis advienen dos modos de leer el título:
“De un discurso que no sería del semblante”, y “De un discurso que no sería
semblante”.
En
cuanto a los tiempos del verbo, Ricardo Rodríguez Ponte sostiene la literalidad
del “sería” mientras que, en la versión de Paidós, aparece “fuera”.
“Sería”
corresponde al condicional simple indicativo y expresa acciones o situaciones
hipotéticas.
“Fuera”
corresponde al pretérito imperfecto del subjuntivo. Usualmente se lo encuentra
en oraciones exclamativas que expresan un anhelo que no puede realizarse.
Con
la elección del verbo, en un título se pone en juego una hipótesis, en el otro
un anhelo irrealizable, y en ambos, una lectura de lo que está en juego en el Seminario.
Es
decir, y aquí la tesis que vine tratando de argumentar: el traductor lee. Obviar
este asunto nos haría caer en un espejismo similar al de Baudelaire. Además, tratándose
de psicoanálisis, estamos medianamente advertidos que el origen, aunque aquí se
trate del texto original, está si no perdido, al menos complicado. Recordemos,
además, que, en el caso de los Seminarios de Lacan, se trata del pasaje de lo
oral al escrito. Estamos también advertidos que, en caso que hubiera alguna
verdad, no sería la de la oposición verdad-falsedad, sino de la que se devele
en la lectura de un texto. En la lista de advertencias, podemos agregar la del
mal entendido.
Entonces,
el asunto de la traducción en psicoanálisis en general, y de la traducción de
los textos de Lacan en particular, nos vuelve sobre el asunto de cómo se lo
lee. De cómo se lee a Lacan y de cómo se lee en psicoanálisis. Hacer del texto
de Lacan un texto asequible a un público extenso; suavizarlo, volverlo
comprensible, podría ser una opción.
En
mi caso, tal vez por aquellas primeras lecturas en francés, prefiero las
traducciones que permiten seguir las dificultades del texto, sus tensiones.
Aquellas que con las herramientas de la lengua propia reconstruyen los
problemas del texto. Es decir, las versiones que consideran que de nuestra
posición como lectores, somos siempre responsables y por eso, dejan espacio
para que un lector aparezca, sin sustraerle la parte que le toca en el “doble
placer.”
Para
terminar, si traducir es leer, y si leer implica una posición, la traducción en
psicoanálisis es un asunto relativo a su política, relativa al modo de hacer
que sus textos circulen, relativa al modo de hacer para que las “cartas
abiertas”, las cartas “en souffrence” lleguen a destino.
[1]
Texto leído en el (Des)encuentro de Letraducciones por Zoom
en pandemia. Junto a Teresita Pullol, Carlos Marcos, Horacio
Gómez, Lionel Klimkiewicz y Lucas Petersen. Sábado 19 de septiembre
2020.
[2] cf.
Jacques Lacan. El seminario sobre La carta robada. En: Escritos I.
Buenos Aires: Siglo XXI editores, 1988. pág. 5-55.
[3] Edgar
Allan Poe. La carta robada. Madrid: Siruela, 1985. Traducción de Jorge
Luis Borges. También pueden consultarse las versiones de Julio Cortázar,
Alejandro Jockl, J. Farrán y Mayoral y Joseph Club, entre otras. Disponibles en:
http://lamaquinadeltiempo.com
[4] Edgar
Allan Poe. La carta robada. Madrid: Alianza, 1998.
[5] Charles
Baudelaire. Il vulcano malato. Roma: Fazi Editore, 2007, p. 331
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