Desgrabación de la presentación y bienvenida al (Des)encuentro de Letraducciones por Zoom en pandemia. Junto a Teresita Pullol, Claudia Bilotta, Horacio Gómez, Lionel Klimkiewicz y Lucas Petersen. Sábado 19 de septiembre 2020.
Tendrán que disculparme un poco, un poco
apenas nada más, porque en estas actividades suelo estar una octava más arriba
o un poco, como decirlo, innecesariamente histriónico… y para algunas personas
se transforma en un obstáculo y/o al ser el primero de la filita seré quien marque
el tono del encuentro. Tono que decididamente trata de no ser ceremonioso pero
que no invalida la seriedad y la rigurosidad en nuestra labor. Tendrán que
disculparme por esta cosa, más bien vehemente y juguetona, pero se debe a la
pasión que le ponemos a nuestro trabajo y a lo mucho que nos gusta la tarea que
llevamos adelante.
Con Teresita Pullol y Horacio Gómez
concebimos L
Con respecto al (Des)encuentro de hoy,
no voy a decir mucho, porque se tratará –o eso esperamos– de soportar los
maravillosos desencuentros que permiten el encuentro... el de las lenguas, el
de la escritura, el de la lectura, el del psicoanálisis, el de la virtualidad y
-por qué no- el de la pandemia,
Con mi generación hemos aprendido mucho
de la película Terminator, protagonizada por Arnold Schwarzenegger y
Linda Hamilton, dirigida por James Cameron y Michael Biehn, basada en el cuento
El soldado del mañana de Harlan Ellison. Aprendimos, en primera
instancia que: “Una tormenta se avecina…”, siempre. Que la humanidad no tiene
remedio y estamos destinados a la destrucción. Pero, (Des)encuentros como este,
me hacen pensar que estamos mal… pero no tan mal. Creo que si un sábado por la mañana
estamos reunidos para estos menesteres aún hay esperanzas y podemos ejercitar
la Sarah Connor que todos llevamos dentro. Aunque la tormenta que se avecina sea
irremediable. Bienvenidos TODOS y muchas gracias por acompañarnos.
Hace algunos años tuve la fortuna de
entrevistar a Ralph Barby. ¿Quién es Ralph Barby se preguntarán Uds? Ralph
Barby es un escritor de pequeñas novelitas populares que fueron un suceso en su
época, conocidas en la Argentina, de la mano de editoriales como Bruguera, como
“bolsilibros”, también llamada literatura pulp, libros de a duro, libros
de bolsillo, etc… pequeñas novelas de literatura popular impresas en octavo, en
papel periódico a precios también populares. Ralph Barby, junto a Lou Carrigan
y Silver Kain se ocupaban de los policiales, los westerns, del terror y
la ciencia ficción, mientras que autores como Corín Tellado escribían las
novelitas románticas. La premisa de la posguerra era vender un poco de
distracción al menor costo posible.
La cuestión es que Ralph Barby escribió más
de mil novelas donde más o menos ocurría siempre lo mismo. Por ejemplo, en el
lejano oeste el protagonista conocía al amor de su vida, venían los pieles
rojas y la secuestraban, el héroe luego de algunas peripecias lograba
rescatarla y terminaban casándose. Triunfaba el amor, siempre. En otra novela,
la misma acción se repetía en el espacio y quizás la amada la secuestraba un extraterrestre.
Si la acción ocurría durante la segunda guerra, los nazis eran los
secuestradores, si ocurría en una casa embrujada… seguramente el secuestrador
podía ser el monstruo de turno. Final feliz, triunfo del amor y casamiento
siempre.
El dato interesante que contaba Barby es
que, como al comienzo estaban de moda los westerns americanos y los
números no cerraban para pagar las traducciones, crearon una estrategia
bastante extraña, americanizaron los textos, colocando frases que un español
jamás pronunciaría y americanizaron, sobre todo, sus nombres, de ahí es que
comienza a utilizar el Ralph Barby, porque su verdadero nombre es Rafael
Barberán… de ahí en más firma sus novelas de ese modo y adopta su nombre de
fantasía. Y en los inicios colocaban sus verdaderos nombres como responsables
de la falsa traducción. El autor era Ralph Barby y el supuesto traductor de la
última novela de moda en EEUU era Rafael Barberán.
A los bibliotecarios no nos asustan
estas cosas, es más, nos encantan. En estos “huecos”, permítanme llamarlos así…
huequitos… residen las otras responsabilidades de autor. Los traductores, los editores y los lectores
atentos, habitamos estos huecos y le damos vida a los textos.
Pueden leer la conferencia de Foucault ¿Qué
es un autor?, que cita Lacan y que muestra algo que los bibliotecarios ya
sabíamos. Muestra que la figura del autor es un invento moderno. En estas hendeduras
surge la vida, el aire de un texto: en la cita, en la nota al pie, en la
contratapa, en la tapa, en la solapa, en los créditos, prólogos, postfacios,
notas al final, en las referencias y en los anexos… en aquello que alguna vez
se llamó “Marginalia”… todo aquello que ocurre en los márgenes y nos reúne como
lectores.
Para los bibliotecarios es habitual
tener en cuenta esas “otras” responsabilidades de autoría, es parte del trabajo.
Porque hacen al texto y hacen al avance en la historia de las ideas. En la cita
es donde se dan cita los lectores.
Antiguamente era más importante un
traductor, un copista —y hasta el imprentero— que el mismo escritor. Vestigio
de eso lo tenemos en algunos nombres de letras en la computadora: Gianbattista
Bodoni, Claude Garamond y el mismo Johannes Gutemberg, tipógrafos,
linotipistas, imprenteros, eran personajes de una amplia cultura, funcionaban
como los correctores, editores y traductores de la época. Habitaban y aún
habitan esos márgenes, esos huecos.
En el ámbito lacaniano tenemos, por
ejemplo, a Ricardo Rodríguez Ponte con sus versiones críticas de los Seminarios
de Lacan y muchos de sus textos. Comparando, estableciendo, traduciendo y
anotando en infinitas notas al pie… todo un trabajo de marginalia que nos
permite una lectura enriquecida de la obra de Lacan. Desde esa “marginalia” el
nombre de Ricardo ha ido creciendo… hasta tal punto que existen versiones que
no son de él pero que les han agregado la leyenda “Ricardo Rodríguez Ponte” y/o
“Escuela Freudiana de Buenos Aire”, como una especie de certificado de
calidad. Ya que estamos, lo mismo le ocurría a Gutemberg… muchos imprenteros
agregaban su nombre, incluso sin autorización, para demostrar algún prestigio.
De entre los habitantes de estos
huequitos… tuve la oportunidad de compartir una cena con Antonio Molina Foix… ¿Quién
es Antonio Molina Foix dirán Uds.? Es un ensayista y traductor que fue invitado
por la Biblioteca Nacional Argentina, cuando se llevaban adelante los
encuentros de literatura fantástica en Buenos Aires. Terminamos comiendo una
pizza en el centro porteño. Molina Foix y Torres Oliver son quienes se ocuparon,
en los años setentas, de la traducción y la normalización de la obra de
Lovecraft. Antonio, contaba con orgullo que la traducción del término FREAK
castellanizándolo como FREKY… era obra
de él. Y cómo, a lo largo de los años, había pasado al habla popular. Ahora
todos utilizamos el “freky” como algo muy normal.
En el ámbito lacaniano también tenemos
hallazgos por el estilo. Hay uno que creo se lo debemos a Irene Agoff… y es el
famoso “va de suyo”. No hay jornada, o clase, o intervención de algún
psicoanalista lacaniano donde no se escuche un “Va de suyo”… Irene tradujo dos
seminarios de Lacan para la EFBA y participó de la traducción de otro para la
editorial Paidós. Creo que ella no lo sabe, pero para una expresión de Lacan muy
particular: aller de soi, utilizó esto que
ahora es un arcaísmo, ya no se utiliza mucho… y podría haber utilizado: es obvio,
cae de maduro, cae por su propio peso, es inherente, etc… pero no hubiese sido
lo mismo.
Hay algo allí que pescan, estos
habitantes de los márgenes, cuando se topan con algo parecido a lo intraducible
que a veces se transforma en un acierto… y muchas veces sin saberlo. Los
traductores son los dueños secretos de las diferencias y las afinidades de las
lenguas.
Yo lo homologo a lo que ocurre con los
libros en una biblioteca… cuando aparece lo que llamamos lo inclasificable…
algo que no entra muy bien en categorías. Es decir, lo podría graficar así: encontrar
un zapato en un placard es habitual, o un sachet de leche en la heladera
también lo es, pero, si abrimos la heladera y hallamos un zapato dentro: estamos en problemas o estamos obligados a pensar,
mínimamente, como llegó eso ahí.
Clasificar es pensar, pensar
en categorías, claro. Lo hacemos todos, a cualquier edad, sin distinción de
sexo, a diario y constantemente. Clasificar es pensar y pensar es clasificar… es
traducir, es interpretar: leer en definitiva… pero hay un cierto límite en
esto. Cuando la clasificación nos ahorra la tarea de pensar, ya no clasificamos
ni pensamos, el sujeto queda cautivo de un sistema vacío, alienado, perdido.
Clasificar es pensar y
pensar es leer. Cuando comenzamos a diseñar el flyer
y fuimos pidiendo o armando las referencias de nuestros invitados, Irene se
había autoimpuesto el título de “Lectora”, había elegido presentarse de esa
manera… y yo copiándome de ella dije: “Yo también soy lector”, porque todos
somos lectores, luego inevitablemente nos recayeron los títulos, pero todos
somos lectores: Los lectores son lectores, los lectores atentos son lectores,
los escritores son lectores, los psicoanalistas son lectores, los traductores,
los editores, los bibliotecarios somos lectores.
Nosotros, los habitantes de estos
márgenes somos lectores, lectores privilegiados, porque quizás, desde una
posición tercera del huequito donde encarnamos esa “marginalia”: nos hacemos un
huequito, habitamos ese huequito y formamos una gran comunidad de lectores.
¡Muchas gracias y bienvenidos!
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