(SCHILLER, Poesias.)
¿Qué puede hacer un ciudadano por su
polis, por su país, por su mundo?
Agamenon está estacionado con su flota listo
para partir contra Troya en defensa de su Grecia, pero no hay viento que infle
las velas de sus naves. Calcas, el adivino, le informa que es preciso
sacrificar a su hija Ifigenia para que la vengativa diosa Artemisa le conceda
la fuerza necesaria.
Contrariando el deseo de la esposa,
Clitemnestra, que hace de todo para disuadirlo, Agamenon se prepara para
inmolar a Ifigenia, que, luego de haberse desesperado ante la muerte indeseable,
rápidamente cambia de opinión ofreciendo voluntariamente su sacrificio para la victoria
de Grecia. Ya no es posible tolerar más que los troyanos sigan secuestrando a las
mujeres griegas! dice Ifigenia. Clitemnestra, inconforme con el sacrificio,
trama con Egisto (su amante) y cuando el marido vuelve a casa, victorioso, ella
lo mata.
Homero, en su Ilíada, nos da una notable y clásica descripción de esa guerra
inolvidable.
Eurípides, con Ifigenia en Áulide, entra en los detalles íntimos de esa familia:
Agamenon es hermano de Menelao, cuya esposa, Helena, fuera raptada –no a
disgusto-, por el troyano Paris. Agamenon, a su vez, también había forzado a Clitemnestra
a casarse con él.
Marco Fronchetti, con su obra Tragikós (Trágico) – puesta en escena
por el grupo Teatro de Ensaio –, muestra maravillosamente la tragedia, llevando
la saga de esa familia hasta la consumación de la venganza de Clitemnestra con el
asesinato de Agamenon –según la visión de Esquilo en la obra homónima.
La contribución de Marco Fronchetti
aparece a través de una dirección clara: lo trágico está siempre; como insinua
la banda sonora de Valéria Lima, lo trágico forma parte de nuestro cotidiano. Con
el diseño sutil y bien cortado de Rosangela Cortinhas, una vez pasado el
impacto del escenario -del cual diría espartano si no se tratara de la defensa
de Atenas-, observamos que el atuendo de los actores es el mismo que el nuestro
de todos los días. Agamenon viste el mismo saco y el mismo pantalón gastados que un trabajador común. Soldado
es el que trabaja diariamente en esto que los americanos llamaron struggle for life, la lucha por la vida.
Egisto, el traidor -sobrino del padre de Agamenon, Atreo-, e hijo de Tiestes,
que lo tuvo por medio de un incesto con la propia hija como fórmula para vengarse
del hermano que había cocinado a sus hijos, viste un smoking. Ulises usa unas rodilleras de skate. La tragedia ya no
está restringida al conflicto entre Atenas y Troya. Nos toma a todos, todos los días.
Agamenon sacrifica a su hija con la
intención de... Tiestes estupra a su hija con la intención de...Mandamos a
nuestros hijos a la guerra con la intención de…! Y los hijos muchas veces dan
la vida a los padres, al país, orgullosos, como si la muerte valiera más que la
vida. Los motivos que mueven a Atenas contra Troya son personales, envidias,
celos, frustraciones que parecen menores frente al heroísmo y la bravía de los
inocentes, si inocentes hubiera. La venganza, tentativa frustrada de
elaboración, cuando no se toma la necesaria distancia crítica - como decían As Cobras,[1] de nostálgicos
recuerdos, de L. F. Verissimo -, solamente alcanza las vetas de la repetición
especular de lo mismo, mediante la identificación con el perseguidor. Pero si
alguien dice algo que parezca ser verdad es tratado como una Casandra que no
merece crédito. Héctor, el enemigo honrado, intrépido, viril, equilibrado y tierno,
modelo de coraje y también de esposo y padre, dosificado por un notable fair-play, es muerto y asesinado por el
pélida Aquiles: muerto porque defendía su Troya y asesinado porque tuvo la
osadía de matar a Patroclos, que amaba a Aquiles.
¿Qué hacer cuando los dioses parecen
tener sus preferencias y proteger a unos en detrimento de otros? ¿Someterse al
destino escrito, desde siempre, en las estrellas? ¿Interrumpir esa repetición,
cuyo camino lleva siempre a lo mismo? La consternación de Agamenon es clara: después
de haber sido convencido por Menelao de sacrificar a su hija, aún titubea y
busca retroceder, pero ya no puede! La tenacidad de su hermano y los ojos
ávidos de sangre de la tropa no se lo permiten. Su estructura, prisionera de la
mirada del Otro, no le proporciona la distancia crítica necesaria para tolerar la
diferencia de una marcha en otro ritmo, en otra dirección.
En cada momento de la vida, de un modo o
de otro, tenemos que defender nuestra Grecia y, en esos momentos, tenemos siempre
la mirada del Ágora sobre nosotros. Retomar la historia desde un nuevo ángulo,
como hace Marco Fronchetti, puede ser la contribución de un ciudadano.
[1] - Crees que la lombriz es asquerosa? - No. – Lombriz es un ser inferior? – De ninguna manera. – Y qué es lo que le falta a la lombriz? - Nada! - ... – Bueno, tal vez un cierto distanciamiento crítico. (L. F. VERISSIMO, As Cobras.) (traducción libre para el presente texto)
Ilustración: @kikayer
0 comments:
Publicar un comentario