A Miguel, al dolido Miguel
Somos traductores todas las noches que soñamos. Así lo anotó Freud en la
Interpretación de los sueños: la traducción es una operación estructural del
aparato psíquico. Ubersetzung es su nombre alemán y así figura en el capítulo
sobre el Traumarbeit, el trabajo del sueño, o sea el sexto. Y sus sinónimos
teóricos en ese famoso párrafo son transferencia e interpretación. Transferimos
el deseo inconsciente e interpretamos las fuentes somáticas del sueño, los
estímulos durante el dormir, las fantasías y pensamientos preconscientes, los
restos diurnos para escribir ese deseo en imágenes como si fueran jeroglíficos.
Y en el primer capítulo Freud cuenta también como el estridente grito de un
reloj despertador, estímulo durante el dormir, es traducido por una veraniega
fiesta campestre que culmina cuando el soñante despierta por los sonidos
insoportables de la campana de la iglesia. Pero ese mismo estímulo y en el
mismo soñador, genera, en otro sueño, una escena invernal donde un trineo,
llevado por perros, atraviesa la estepa nevada hasta que los ruidos jubilosos
de los cascabeles de los animales rompen el sueño matinal. Son dos lenguas,
aclara Freud, traducimos la lengua de los pensamientos del sueño a la lengua de
la escritura en imágenes del contenido manifiesto. Lo curioso de ese soñador
matinal que describe Freud es que produce, además, dos traducciones diferentes
del mismo estímulo durante el dormir, de forma similar a como, según García
Marquez, escribía Beckett algunos de sus libros: nunca los traducía,
simplemente escribía uno en francés y otro en inglés aunque fuese aparentemente
el mismo libro. Que la traducción sea en el sueño transferencia del deseo
inconsciente, sugiere estudiar esto un poco más para la teoría de la traducción
pero no lo haremos ahora.
Recordemos, también, que esta interpretación no estuvo siempre, solo
aparece cuando Lacan, leyendo el texto en alemán, derriba la concepción de que
estas ideas sobre la traducción y los dos lenguajes del sueño, son una de las
muchas analogías didácticas de Freud; así habían siempre sido leídas. No es así
en este caso, no son un modelo aclaratorio sino una verdad literal, una
realidad. Así, una nueva traducción innova en la teoría, revitaliza la
práctica. Por eso, un sueño puede ser, en determinadas coordenadas de la cura,
un acto, un nuevo modo en que el sujeto traduce la pulsión aflojando así una
fijación fantasmática lo que, a su vez, permite disipar un síntoma.
Y la traducción en el sueño nos lleva al libro que tenemos que presentar ya
que en éste, el sueño, es también evocado, en el texto de Horacio al hablar
sobre el ombligo del sueño como el límite a la traducción onírica, ese resto
que la lengua de las imágenes del sueño no puede traducir, es lo no conocido,
Unerkannt, que Lacan traducirá inventando teóricamente como lo imposible,
Unmöglich.
Porque ese ombligo deseante que anota Horacio en un texto donde Anna O es
recordada como traductora pionera, recordando casi un hablar en lenguas como se
dice en Psiquatría, será el eje de una parte de los trabajos de este libro, lo
imposible, es decir los límites de la traducción. En palabras de Maria Teresita
no hay relación textual como no hay relación sexual, o como lo plantea Carlos
hay desencuentro entre lenguas. Estamos en la primera parte del libro y allí
escriben, como voy relatando, los editores. Justamente el eje que hermana esos
tres textos trabaja de variadas formas lo imposible de la traducción
Luego, en la sección Invitados, aparecerán tres experiencias singulares de
traducción, una sobre Lacan, otra a Freud y la tercera sobre la singular
versión que Subirats hace del Ulises de Joyce.
“Le sobra gracia, pero lo falta rigor” es una frase de Etcheverry, el
traductor de Freud de Amorrortu editores, que puede unir esta sección de
traductores con la siguiente, Lectores. La retoma Sofía Ruiz para argumentar
las relaciones y diferencias entre las traducciones de Ballesteros y Etcheverry
y me hizo recordar unas de las últimas charlas con Miguel cuando le pregunté
cual de las dos traducciones estaba, en su opinión, más cerca de la prosa de
Freud, de su estilo. El me insistió con Ballesteros. Siempre se me han
atragantado esos arcaísmos españoles que tanto florecen en el texto de
Amorrortu y creo que Miguel compartía esta sensación, más allá de tuviese más
argumentos que sostenían su preferencia.
Ahora bien, estas notas ha sido escalas necesarias ya que mi puerto de
destino será la última y cuarta parte del libro donde moran dos textos de Ricardo
Rodriguez Ponte sobre la traducción. Es que quiero agradecerle la frescura que
me devolvió cuando el año pasado empecé a transitar sus versiones críticas de
los seminarios de Lacan. Esas versiones son absolutamente necesarias para los
estudiosos de un tema como lo son en Filosofía y Literatura, sin esas versiones
críticas ni siguiera podríamos leer el Quijote salvo que estudiáramos ese
castellano del siglo XVII tan extraño para nosotros. Pero además esas notas
críticas nos dan el contexto histórico, es decir la semántica, de los nombres
comunes o los sustantivos propios. Ricardo, a quién conocí en divertidos y
rigurosos seminarios en EFBA donde, con algunos de los colegas que nombra en
sus textos, polemizaban y competían sin perder el compañerismo y el humor,
soñará con, copio, “una traducción sin notas” (2022: 100) ya que, y lo vuelvo a
copiar, “…si no es llamada a un nuevo encuentro con el texto, persiste una
dimensión de coartada” (2022: 100).
Bueno, creo que sus notas no tienen esa dimensión tramposa pues si, como
adelanté, me refrescaron y ampliaron el sentido de lo que leía, también esas
notas me volvieron a traer la problematicidad y la oscuridad del seminario
lacaniano, el galimatías de sus diversas transcripciones francesas, o sea el no
hay relación textual. Personalmente pienso, y en esto coincide otro sabueso
lacaniano como Baños Orellana, que está bien que haya la versión blanda, la
fácil de los seminarios, la versión oficial de Miller. En primer lugar porque
es claro que Lacan lo quiso así, él mismo cita y comenta esas versiones y a su
autor muchas veces. Pero aunque Lacan no tuviera razón y eso conspirara contra
sus desarrollos teóricos, la solución es la misma que propuso Miller y que
hasta ahora no cumple: abrir los archivos lacanianos, digitalizarlos y que
circulen en las redes para que otros analistas realicen algo parecido a lo que
hacía Ricardo: deslomarse comparando y criticando las versiones para hallar un
texto que, más o menos, lo conformara. Porque esa es otra vislumbre que
permiten las notas de traducción de Rodriquez Ponte: pispear el feroz y
abrumador trabajo de comparación, reflexión y decisión teórica que las mismas
transmiten.
Finalizo agradeciendo a los autores y editores, MaríaTeresita, Horacio y
Carlos la oportunidad de estudiar un poco más un tema que me interesa y que
hasta ahora no había encontrado ocasión para hacerlo. Y les deseo además que
tengan muy buena suerte en esta fecunda tarea de traducción, edición y
escritura, la dedicación la descuento.
Enero, 2022
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